Encontrar vida en otros lugares del Universo ha sido siempre uno de los grandes anhelos de la humanidad. Por primera vez en la Historia, la comunidad científica tiene esperanzas fundadas de que este sueño se haga realidad en un futuro cercano. Y ello gracias a la nueva generación de telescopios gigantes, actualmente en construcción, con los que esperamos poder analizar en detalle las atmósferas de otros planetas. Por esta razón, se están dedicando grandes esfuerzos a la investigación de lo que se conoce como «biomarcadores», es decir, evidencias observacionales que podríamos detectar en otros planetas y que, de hallarse, nos permitirían afirmar con certeza que allí existe vida.

Sin embargo, una cosa es localizar formas de vida y otra muy distinta, civilizaciones inteligentes o con capacidad tecnológica, que parece mucho más improbable. Para empezar no sabemos bien qué buscar, carecemos de buenos tecnomarcadores (el análogo a biomarcadores pero que revelarían la presencia de tecnología). Desde los años 80 se vienen efectuando búsquedas de señales de radio procedentes de otras civilizaciones, hasta ahora sin éxito. Esto no es sorprendente si consideramos que las emisiones de radio de una sociedad como la nuestra serían indetectables a distancias interestelares, salvo que fueran intencionadamente focalizadas en la dirección del receptor. En la literatura científica se ha propuesto buscar otros tecnomarcadores, como las populares «esferas de Dyson», que serían hipotéticas megaestructuras artificiales construidas alrededor de una estrella para recoger su luz y alimentar las necesidades energéticas de una civilización muchísimo más avanzada que la nuestra.

En el artículo publicado por el investigador del IAC (España), Héctor Socas, se propone un nuevo tecnomarcador, con la peculiaridad de que sería producido por tecnología que ya tenemos en la actualidad en la Tierra. Existe una región del espacio muy interesante alrededor de un planeta llamada el «cinturón de Clarke», en homenaje al escritor e inventor Arthur C. Clarke, quien publicó en 1945 un artículo sobre el uso de órbitas geoestacionarias para telecomunicaciones. En este cinturón orbitan los satélites geoestacionarios, que utilizamos para un gran número de aplicaciones prácticas.


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